Siempre había sentido cierta curiosidad, no exenta de zozobra, por las historias
que relataban la existencia de fenómenos paranormales. Pero sin duda su interés se intensificó aquel día, varios años atrás, en el que se
encontraba tomando plácidamente un café en la cocina de su casa; mientras
disfrutaba de fondo el magnífico Send in the clowns de
la divina Sarah.
Creyó escuchar el timbre de la puerta principal. Se extrañó. Normalmente siempre sonaba el telefonillo situado en la verja que daba entrada a la vieja casa.
Creyó escuchar el timbre de la puerta principal. Se extrañó. Normalmente siempre sonaba el telefonillo situado en la verja que daba entrada a la vieja casa.
Se dirigió al vestíbulo. Abrió la
puerta y para su sorpresa nadie estaba al otro lado. Quizá su imaginación le
había jugado una mala pasada. Regresó dentro, no sin cierto fastidio, seguro el
café ya se había enfriado. Tendría que prepararse otro.
Pero, apenas habían transcurrido
unos minutos, cuando de nuevo oyó el sonido del timbre. Esta vez, ya
con cierta celeridad, recorrió el trayecto que la separaba de la puerta de
entrada, y… ¡nada!
Asombrada y un tanto
recelosa, decidió caminar los metros que distaban de la verja…