sábado, 26 de enero de 2019

En el andén de la estación




Sin duda, hay instantes en la vida que permanecen indisolubles al recuerdo. Como el de aquella fría noche de enero, en la Concordia. A través del imponente ventanal de la estación, apenas se percibían dos sombras pululando por el solitario andén. Ajenas a todo y a todos. 
El tren, puntual. 
- Te llamaré en cuanto llegue.     
- ¡Buen viaje!, respondió ella.

Con la certeza del tren en la lejanía, soltado el lastre, ser y hacer, como el vuelo de Mercurio, libre. 



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