Apenas
se había desvelado la aurora cuando creyó escuchar el crepitar de la cancela.
No recordaba si llevaba allí mucho tiempo o si acaso sólo unas horas, pero sentía
que aquel sucio y pestilente chiquero la había engullido sin compasión. Un paso,
dos, tres, cuatro, cinco, seis, por diez. Miró a su alrededor, nadie la
observaba; entonces comprendió el porqué estaba allí, y con un tímido gesto que dejaba
entrever una triste sonrisa, se dijo a sí misma que, por fin, ya era libre; pero en ese mismo instante, el mundo entero se fue
a la guerra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario