¿Y si no te hubiese
conocido?
Bienaventurado aquel instante en el que sin deber ni saber,
callejeando por la vida, nos encontramos. Qué extraño fue todo, tan natural y a
la vez tan sorprendente.
Ternura y comprensión. Encontrar lo
que no buscas, lo que no quieres, lo que no puedes. Pero, de repente, sucede.
Te observas a ti misma como a una extraña; sientes cómo caen una a una
todas las murallas que habías levantado, y te contemplas allí feliz como si nada
tuviera importancia, despojada de artificios, vencida sin batalla.
Tal vez algo muy bueno hayamos hecho
para que, entre más de siete mil millones de almas, los hados decidiesen juntar nuestras coordenadas.
Frente al destino, no hay otra
salida que una bendita y dulce rendición.
"Todo tiene su momento, y todo
cuanto se hace debajo del sol tiene su tiempo." (Ecli. 3, 1)
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